Mi termo bonito

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Me gusta mucho el café. Me encanta. Especialmente el café solo. Aunque para desayunar no le hago ascos al café con leche.

Desde que empecé a trabajar a las siete y media, hace ya ocho años, me acostumbré a tomarme un café nada más llegar al trabajo. Empezó de la forma más sencilla. En ese primer trabajo tenía que coger un autobús que pasa sólo cada media hora, no echo nada de menos de coger el 50, y llegaba siempre pronto al trabajo. Pero pronto, pronto, antes de que abrieran el edificio. En verano lo llevaba bien, pero el otoño en Zaragoza ya hace fresquete así que cuando llegaba me tomaba un café en el bar de al lado para esperar calentita esos diez minutos que tardaban en abrir el edificio.

Desde entonces necesito ese café igual o más que el que me tomo nada más levantarme.

Hasta que llegué a Barcelona podía tomarme un café decente en mi mesa mientras me ponía en marcha. Pero en el bar de mi trabajo actual el café es pésimo. No es que el café solo sea malo, es que hasta el café con leche es malo. Y la máquina que tenemos hace un café bastante asqueroso también. Como no me veo capaz de renunciar a mi café decidí comprarme un termo. Y como soy así de especial “solo” he tardado dos meses en comprarlo. Bueno... en que me lo regalen.

Ahora tengo un termo preciosos, que es de té, pero a mi me da igual. Que mantiene mi café ardiendo desde que lo preparo hasta que me lo tomo cuando llego al trabajo. Una hora y media aproximadamente más tarde. Y estoy súper contenta y más feliz que una perdiz.

Mi termo bonito en una foto pésima.

Mi termo bonito es en realidad un termo para el té de The Tea Shop y costó 23 euros. Un poco caro. Pero comparado con el otro que me gustaba y que costaba la friolera de 35 euros o los que venden de 4 en los que el café se sale con un suspiro merece mucho la pena.

¿Vosotros también necesitáis ese chute de cafeína nada más llegar al trabajo?