El viernes 19 de septiembre fue un día estresante y especial a partes iguales. De esos que vas de culo todo el día pero que tiene algo que hace que valga la pena haber ido tan mal. Tenía una cena en Zaragoza con mis compañeros de colegio (que a estas alturas de mi vida debería llamar ex-compañeros pero no puedo), para celebrar #que20añosnoesnada; vamos que hace veinte años que terminamos la EGB y seguimos siendo tan jóvenes como entonces.
Reconozco que cuando hace casi un año me contaron que estaban preparando una cena por los veinte años pensé que se habían equivocado. Es imposible, yo no terminé el colegio hace tanto tiempo. Todavía me cuesta asimilarlo y creo que en parte es porque nos veo iguales. Estamos como hace veinte años, con más canas, con más quilos (esta soy yo), con otra ropa (no creo que ninguna supiéramos quien era Dolores Promesas entonces), accidentados (por lo menos tenemos cuatro accidentes de tráfico graves), y con hijos (sobre todo niños que las niñas brillan por su ausencia). Pero básicamente igual.
Lo que más me ha llamado la atención es que cuando le decía a la gente en Barna sobre mi cena la mayor parte de ellos se extrañaban de que quisiéramos vernos. Hace quince años cuando hicimos otra cena mis pensamientos eran esos, pero entonces retomé mi relación con Samoth Erbauer que en el colegio era uno de mis mejores amigos y aunque ambos vivimos en Barcelona y apenas nos vemos, quedar con él sigue siendo genial.
De lo que me he dado cuenta es de que hace quince años no tenía tantas ganas de saber de ellos como ahora. Ahora me encanta tener un grupo de wassap que no escribe en semanas y después un día te levantas con 134 mensajes nuevos. Saber de sus viajes y trabajos, mandarnos apoyo virtual en caso de accidente, felicitarnos por los nacimientos y cumpleaños. Pero lo mejor de todo es saber que a pesar de que hace treinta años que nos conocemos nos sabemos nuestros cumpleaños, nuestros apellidos y, en algunos casos, el número de teléfono que teníamos entonces y nos vemos iguales. No puedo decir que todos sean igual de importantes para mi ahora, pero me alegra que, cada uno lo sea en cierta medida.
Aprendimos a leer con Letrilandia creada por nuestra profesora. |
De lo que me he dado cuenta es de que hace quince años no tenía tantas ganas de saber de ellos como ahora. Ahora me encanta tener un grupo de wassap que no escribe en semanas y después un día te levantas con 134 mensajes nuevos. Saber de sus viajes y trabajos, mandarnos apoyo virtual en caso de accidente, felicitarnos por los nacimientos y cumpleaños. Pero lo mejor de todo es saber que a pesar de que hace treinta años que nos conocemos nos sabemos nuestros cumpleaños, nuestros apellidos y, en algunos casos, el número de teléfono que teníamos entonces y nos vemos iguales. No puedo decir que todos sean igual de importantes para mi ahora, pero me alegra que, cada uno lo sea en cierta medida.
Me haría muy feliz que de aquí a treinta años Miwi pueda quedar con sus compañeros de colegio y pasar una noche tan estupenda como la mia. Que tenga la suerte de que sus profesoras del parvulario y de primaria aparezcan en la cena, con la lista de alumnos de primero de EGB, con un cuarderno manuscrito por algunos, con un regalo pero sobretodo acordándose de nosotros e intentando ponernos nombre.
Lo mejor de esa noche, lo afortunada que me hicieron sentirme porque forman todavía parte de mi vida y yo de la suya.
Mis regalos. n_n |
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