10 de noviembre de 2010

La vaca cega

Hoy no iba a escribir nada porque ando toda atareada leyéndome un libro que no voy a soltar hasta que el final. Lo cual me temo va a suponer hoy una reducción en mis horas de sueño nada buena. No iba a escribir hasta que leer jonrón (versión española del home round aceptada por la RAE) ha hecho que me acordara de un refrán que ha salido hoy en clase de catalán: "Si no vos pols, no vagis a la era". Llevo todo el día muerta de risa por su culpa. Del refrán he pasado a La vaca cega un poema de Joan Maragall que ayer me robó un montón de rato, aunque lo pase genial traduciéndolo. Por si no lo conocéis os lo dejo en catalán (el original) y en la traducción de Miguel de Unamuno.

La vaca cega
Topant de cap en una i altra soca,
avançant d'esma pel camí de l'aigua,
se'n ve la vaca tota sola. És cega.
D'un cop de roc llançat amb massa traça,
el vailet va buidar-li un ull, i en l'altre
se li ha posat un tel: la vaca és cega.
Ve a abeurar-se a la font com ans solia,
mes no amb el posat ferm d'altres vegades
ni amb ses companyes, no: ve tota sola.
Ses companyes, pels cingles, per les comes,
pel silenci dels prats i en la ribera,
fan dringar l'esquellot mentre pasturen
l'herba fresca a l'atzar... Ella cauria.
Topa de morro en l'esmolada pica
i recula afrontada... Però torna,
i abaixa el cap a l'aigua, i beu calmosa.
Beu poc, sens gaire set. Després aixeca
al cel, enorme, l'embanyada testa
amb un gran gesto tràgic; parpelleja
damunt les mortes nines, i se'n torna
orfe de llum sota el sol que crema,
vacil·lant pels camins inoblidables,
brandant llànguidament la llarga cua.

La vaca ciega
En los troncos topando de cabeza,
hacia el agua avanzando vagorosa,
del todo sola va la vaca. Es ciega.
De una pedrada harto certera un ojo
le ha deshecho el boyero, y en el otro
se le ha puesto una tela. La vaca es ciega.
Va a abrevarse a la fuente que solía,
mas no cual otras veces con firmeza,
ni con sus compañeras, sino sola.
Sus hermanas por lomas y cañadas,
por silencio de prados y riberas,
hacen sonar la esquila mientras pastan
hierba fresca al azar. Ella caería.
Topa de morro en la gastada pila,
afrentada se arredra, pero torna,
dobla la frente al agua y bebe en calma.
Poco y casi sin sed; después levanta
al cielo enorme la testuz cornuda
con gesto de tragedia; parpadea
sobre las muertas niñas, y se vuelve,
bajo el ardiente sol, de lumbre huérfana,
por sendas que no olvida, vacilando,
blandiendo en languidez la larga cola.

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