2 de agosto de 2015

Annie

No es técnicament cierto que odie mi trabajo. Sólo resulta agotador que todos los días me insulten o se cabreen conmigo. Quema. Y quema mucho. 

Lo peor es que a fuerza de insultos y desprecios me cuesta más ser amable con las personas una vez que las tengo delante. Preparo la sonrisa y una alarma en mi cabeza se dispara, será de los que nada más llegar te sueltan. "¿Y usted de qué coño se rie?" O peor de los que sonrien de vuelta pero en cuanto les explicas que necesitan algo más. Se transforman en una especie de monstruo y te sueltan una ristra de insultos durante cinco minutos. Además no te queda más remedio que aguantarte porque le sigues teniendo que explicar como solucionar el problema. El 75% de las veces cuando consigues explicarles lo que les falta y como lo pueden solucionar, en la mayor parte de los casos facilmente, ellos se van contentos. Y a ti te han dejado hecha una mierda.

Afortunadamente algunos días me atrevo a sonréir y alguien sonrie de vuelta. Y si le falta algo escucha las explicaciones y agradece que le expliques como puede arreglar las cosas. 

Esta semana atendí a un grupo de tres personas que tenían que hacer un trámite sencillo y aprovecharon para arreglar otras cosas ya que estaban allí. Me gusta esa parte de mi trabajo, dejar las cosas listas y que la gente se evite futuros problemas. Cuando se iban a marchar uno de ellos se quedó más rezagado y me hizo una pregunta sobre un tema un poco más personal que también trabajamos nosotros. Le expliqué como podía solucionarlo de forma gratuita y lo fácil que sería. Antes de marcharse me dio las gracias por lo amable que había sido con él. Ese hombre lo ha pasado muy mal, mucho más de lo que yo pueda llegar a imaginar; y no creo que mucha gente haya sido amable con él. Pero se fue contento de mi trabajo, se fue feliz porque conseguí vencer mis temores y atenderles sonriendo.

De vez en cuando alguien hace que mi trabajo merezca la pena. Así que no sé quién de los dos esta más agradecido si él o yo.

2 comentarios:

Miguelito dijo...

Ánimo. Es complicado ser amable dia tras dia, pero hay que intentarlo. El otro día madrugué y llegué el primero a la pescadería. No tenía nadie detrás y por ello, le pedí al pescadero que me sacase los filetes de una palometa. Me respondió que daba lo mismo que hubiese gente esperando, que hoy en dia nadie piensa en los demás.
Le dije que tenia razón... pero que el mundo lo debemos cambiar con nuestros actos, no con nuestras palabras.

Besico y felicidades anticipadas. Ji, ji.

Eva dijo...

Tienes razón, pero hay días que cuesta tanto...
Gracias por las felicidades pero espero recibirlas también en persona. Que yo creo que esta vez que voy más días nos veremos en Zaragoza. n_n

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